UNA RED DE INTEGRACIÓN SINFÓNICA QUE ENVUELVE A JOVÉNES Y NIÑOS A SU COMUNIDAD.

Publicado el 6/4/2011

Por Julieta Belloso Pacheco, Jeanette Flores y Kenji Kishi

Hace 35 años, el músico y economista José Antonio Abreu comenzó en Venezuela un proyecto de formación de orquestas infantiles y juveniles que tenía como fin la capacitación, prevención y recuperación de los grupos más vulnerables a través de la práctica de la música. Al día de hoy cuenta con 180 núcleos que se dedican a atender a más de 350 mil niños y jóvenes en una red de orquestas que se conoce como “el milagro musical venezolano”.



El modelo de Venezuela ha sido adoptado por varios países entre ellos México. En la zona metropolitana de Guadalajara existen siete orquestas infantiles y juveniles, algunas de las cuales han adaptado el sistema de integración por medio de la música.



Tres retratos de tres orquestas que a su manera convierten a la música en una red que los envuelve en comunidad.



Entre música y polvo



Dos cosas flotan en el ambiente de la tardes dominicales en La Magdalena: polvo y notas musicales. Un grupo de niños y jóvenes se congrega debajo de un enorme árbol que les brinda sombra y los protege del intenso calor. Atriles negros, partituras, metales y maderas forman un semicírculo alrededor del árbol. Lili, una niña pequeña y delgada sostiene un clarinete entre las manos. Sus dedos se colocan entre las llaves y agujeros de su instrumento. Observa atenta a su maestro, Roberto Leos, que les muestra las diferentes formas de atacar las notas. Lili no pierde detalle. A sus diez años es principal de la sección de clarinetes y responsable de que el sonido sea impecable.



El sonido se propaga. Las notas se desplazan por este pequeño poblado al norte de Zapopan a unos cuantos kilómetros de Tesistán, justo antes de llegar al basurero municipal, donde día a día se vierten toneladas de desperdicios. La carretera guarda los restos de basura que dejan a su paso los cientos de camiones recolectores que por ahí circulan. Pareciera que la calles se hicieron solas, como cauces de ríos trazados por camiones, por el caminar cotidiano de sus habitantes y el galope de caballos malnutridos.



Termina el ensayo seccional de alientos y clarinetes, trompetas, saxofones, trombones y flautas se unen a violines, violas, chelos y percusiones. Comienza el ensayo general de la orquesta Elevaré, asociación cuya principal finalidad es unir a la comunidad por medio de la música. El proyecto surgió hace dos años por iniciativa del párroco de la comunidad Gabriel Espinoza Iñiguez y del músico Joaquín Ignacio Garzón Rivera, que pretendían formar una orquesta en la que se incluyera a los miembros de la comunidad para así lograr una integración social.



Lili y su primo Joel, junto con otros niños, improvisan un partido de beisbol con envases de refresco vacíos que la hacen a la vez de pelota y de bat. Su maestro Leos les indica que ya es hora de tomar sus puestos en la casa parroquial donde el ensayo de la orquesta dará comienzo. Dentro del lugar, los diferentes miembros acomodan las bancas de madera que parecen haber sido jubiladas de alguna primaria. La joven directora, Gabriela Garzón toma su lugar al frente de la orquesta. Afinan maderas, metales y cuerdas. Se hace un breve silencio seguido por una aspiración profunda, entonces comienza la música.



“Éstos niños son muy inquietos y también muy talentosos”, señala el maestro de alientos Roberto Leos. Comenta que Joel ha progresado mucho en su instrumento a pesar de que no puede asistir a todos los ensayos. El joven trompetista vive en la comunidad aledaña de Milpillas y en ocasiones no alcanza el camión para regresar a su casa después del ensayo.



El maestro Leos es uno de los 12 instructores que imparten clases de instrumento. Elevaré está pensado a manera de red, los alumnos avanzados se convierten en un momento dado en instructores de nuevos instrumentistas. “No nos vemos como profesores, sino como hermanos mayores” menciona Joaquín Garzón. La comunidad musical de La Magdalena se compone de 183 miembros que asisten a clases de instrumento y a los ensayos generales cada semana. “Mi hija toca el violín desde hace un año, me gusta venir a los ensayos para ver sus progresos”, dijo la señora Lluvia Estela. Señaló también, que la única cuota que aportan son 40 pesos al mes y que la mayoría de los instrumentos fueron donados por casas de música.



Lili espera la señal de la directora, que eleva la batuta en el aire y marca la anacrusa para dar inicio a “La Comparsita”. Con un ojo pegado a la partitura y el otro en dirección a la batuta, Lili proyecta el sonido de su clarinete, sabe que tiene que salir todo bien porque hay conciertos en puerta. Anteriormente se han presentado en la comunidad y en el Ayuntamiento de Zapopan. Algunos asistieron al encuentro de orquestas juveniles e infantiles de Occidente celebrado en Guanajuato hace apenas un mes. En todas las ocasiones, la respuesta del público ha sido buena, pero su maestro es exigente y a ella le gustaría qque todo sonara todavía mejor.



Después de tres horas, se da por concluido el ensayo. Guardan sus instrumentos y acomodan las bancas de madera que serán usadas para el catecismo el día siguiente. Al caer la tarde se pierden entre el polvo de sus pisadas.



De jóvenes para jóvenes



La música lo mueve. Álvaro y el chelo han sido socios desde que tenía 9 años. Juntos han viajado por ciudades como Quito, Bruselas, Amberes y París como parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Guadalajara (OSIJUG). En el ensayo de la orquesta se les pide que se muevan al ritmo de la música y lo más importante: que respiren todos juntos. “Aunque suene chafa la música es todo para mí”. Además del Chelo, Álvaro también estudia composición, en el futuro se ve tocando piezas de su propia autoría.



OSIJUG se posiciona como un espacio de oportunidad para jóvenes talentos. Su actual director, Juan Franco, es el director de orquesta más joven en todo el país. “La música y el arte en general, al tratarse de disciplinas, promueven los valores y el desarrollo humano”, afirma y coincide con lo que menciona el maestro Sergio Sandoval experto en pedagogía musical: “la enseñanza de la música facilita el desarrollo de habilidades cognitivas, motrices y psicológicas; es una de las más completas actividades humanas”.



OSIJUG es percibida como una orquesta de jóvenes para jóvenes. El director realiza además trabajo administrativo; Erick, uno de los flautistas, es también el bibliotecario de la orquesta y la concertino Alejandra Castillo, realiza labores de gestión. El aporte de todos ha sido fundamental para mantener con vida a la orquesta durante seis años. “En la orquesta he aprendido la importancia del trabajo en equipo, a seguir mi papel con responsabilidad y comprender y respetar el de los demás”, señala Álvaro.



Al igual que otras orquestas juveniles e infantiles, OSIJUG forma parte de una red nacional apoyada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), mediante el programa nacional de fomento musical. Éste cuenta con 175 agrupaciones juveniles e infantiles afiliadas que equivale a 7,384 integrantes. Su misión es mantener esta red nacional como vehículo de integración social.



Eliza también toca el chelo, es compañera de Álvaro; tiene un pequeño tatuaje en la parte inferior de su nuca, la unión de la clave de sol y la clave de fa formando un corazón. Dice que se tatuó para nunca olvidar su vínculo con la música. “La música ha hecho mucho por mí. Nunca voy a dejarla, porque ella nunca me ha dejado”.



De Lomas del Paraíso a Sonoma, California



Una melodía con aires majestuosos llena el ambiente. El sonido viaja a través del viento y se adentra al Señor de la Ascensión, un templo muy antiguo con fachada de adobe y piedra. En el extremo norte de la Calzada Independencia, donde el valle se convierte en barranca, llega el rumor de acordes y golpes de timbales. El timbre de metales, maderas, percusiones y cuerdas se unen en un canto a la “Grandiosa puerta de Kiev” del compositor ruso Modesto Mussorski. Un montón de escombros se aglutinan debajo de una orquesta. No hay paredes que separen a los músicos de la calle empedrada, la cual se encuentra a tan sólo unos pasos de la plataforma en la que ensayan. Una desgastada lona es insuficiente para evitar que el intenso sol de medio día caiga sobre intérpretes e instrumentos. La pieza llega a un gran crescendo en sus últimos compases. Los timbales, las trompetas y los trombones suenan con grandiosidad que contrasta con el escenario tan modesto de donde surgen. La pieza termina con un estruendo en fortísimo. El acorde final se queda resonando en todo Lomas del Paraíso. Otro sábado más de ensayo orquestal.

Lomas del Paraíso es una colonia establecida en las periferias del municipio de Guadalajara, donde se extiende la barranca de Huentitán. La Secretaría de Desarrollo Social clasifica a la localidad como uno de los lugares de riesgo en donde confluyen los tres polígonos de pobreza: la alimentaria, la patrimonial y la educativa. Además de los problemas económicos, se ha detectado violencia intrafamiliar y social, así como un índice elevado de drogadicción. Justo en este escenario, se creó una orquesta hace tres años.

La Orquesta Infantil Juvenil de Lomas del Paraíso (OIJLP) está integrada por ochenta niños y jóvenes de entre siete y 17 años y es parte del programa de Núcleos Comunitarios de Aprendizaje Musical (NUCAM), creado por CONACULTA y Secretaría de Cultura del estado. La institución comenzó su convocatoria en el 2008 y además de los integrantes de la orquesta, incluye a 50 niños más que reciben lecciones de instrumento. “El proyecto es como el modelo de intervención social en colonias y comunidades de riesgo que comenzó en Venezuela”, menciona el director de la orquesta José Antonio Herrera. “En esta colonia hay un índice significativo de pobreza. Hay partes donde los niños ya ven el consumo de drogas como algo común. El proyecto de la orquesta intenta que hagan algo de provecho con su tiempo, integrarlos socialmente y que se alejen de la delincuencia”.



Una “rasta” se distingue del resto de su cabello. Lleva una camisa con el logo de un grupo de ska y en la mano sostiene un trombón dorado, instrumento de grave tesitura y de uso versátil. Ríe y platica con otros amigos integrantes. “La orquesta es como una familia” menciona José Zavala. Confiesa que escogió el trombón porque le gusta el ska, pero ahora también le gusta Tchaikovsky y otros compositores que interpretan en la orquesta. Después de dos horas de ensayo hacen un breve receso. José se acerca con una de sus compañeras que comparte de sus hot cakes con otros niños. Es la hora del desayuno en “familia”. Pepé Toño, como le llaman al director, bromea con los niños durante el descanso. Para los pequeños parece un tipo de hermano mayor, imagen que difiere de la de un director dictador. “Creo que sí se ha logrado una gran integración. A los niños les gusta más estar haciendo música con sus amigos que pasarse las tardes en su casa viendo televisión. Incluso, me han pedido que se hagan más ensayos”, comena Pepe Toño.



Es mediodía y el sol calienta con gran intensidad. Debajo de la maltrecha lona el calor es más sofocante. La plataforma de cemento es insuficiente para que quepan todos los integrantes. Detrás del director se amontona el escombro, es el lugar donde piensan ampliar la plataforma de ensayo. En medio de una pieza el director detiene a la orquesta porque observa que el sol ya está cayendo directamente en las cabezas de la sección de alientos. “Vamos a tener que recorrernos muchachos” les dice, “y luego vamos a tener que cooperarnos para comprar una lona más grande”. Los niños aceptan de buena gana. La casa de cultura de la orquesta incluye cuatro pequeños salones, además del área donde hacen los ensayos generales. El espacio ya es insuficiente para cubrir la demanda de todos los estudiantes. Faltan también maestros que le den clases a instrumentos no tan comunes como los oboes o los fagotes. “Yo invito a compañeros músicos para que les den clases, en ocasiones yo soy la que tengo que pagarles”, menciona la maestra Imuris, una de las ocho instructoras y encargada de los alientos madera.



Otra parte del ensamble formada por un instrumento no tan común es la sección de cornos. Ésta es un soporte básico de la orquesta. Son los que mantienen las notas que funcionan como pared de sonido para formar y sostener a la armonía. Respirar juntos siempre es lo más importante. Daniel, uno de los cornistas lo sabe. Mira atento al director, quién les marca la entrada a toda la sección. Tiene doce años y ya sabe lo que quiere ser en la vida: músico. “Antes de entrar a la orquesta jugaba más al fútbol, ahora, con los ensayos tengo menos tiempo, pero no importa porque me gusta más tocar”. Daniel tiene tres hermanos, todos tocan en la orquesta. El más grande, de 19 años toca el oboe; la de 17 años toca la viola y su hermano más pequeño, de tan sólo 4 años, es percusionista. “A mis amigos que no tocan en la orquesta les gustaría estar aquí. Es divertido, con la orquesta hemos ido a tocar a Puerto Vallarta y próximamente iremos a California”, comenta orgulloso.



El dos de abril de este año tuvieron dos presentaciones en Puerto Vallarta. Antes de este viaje, el centro de Guadalajara había sido el destino más lejano para algunos niños. El director recuerda con gusto el momento en que uno de los pequeños violinistas tuvo la oportunidad de conocer el mar. El encuentro fue transmitido en vivo en una televisora local. La emoción se proyecta en varios niños con una sonrisa amplia cuando se les pregunta sobre su próximo viaje a Sonoma, California. Faltan dos semanas y se preparan intensamente no sólo en las clases y en los ensayos. También, como menciona Joel, uno de los contrabajistas, practican diariamente en casa. La orquesta no se cansa, llevan casi cuatro horas de ensayo y siguen enérgicamente tocando la última parte de un popurrí de música mexicana. Continúan atentos al director y a sus partituras. Las notas se tejen en el pentagrama y se transmiten a los ojos. Los ojos las comunican a los dedos, a los brazos y a los labios. Luego, se crea la música como una red de sonidos que cobijan, que unen, que acercan e integran a todos en comunidad.